« Darras aqui propone un desarrollo de su poetica que puede resumirse en su idea de la « fluidificacion fluviale » y de la fluidez poetica: en concreto, en la de los rios del norte
con su « uniformidad falsamente placida »…Darras se affirma aqui como uno de los mejores poetas francescas de hoy »
« Darras développe dans ce livre sa poétique, laquelle peut se résumer par son idée de « fluidification fluviale » et de fluidité poétique: plus concrètement, celle des fleuves du Nord
avec leur « uniformité faussement placide »…Darras s’affirme ici comme l’un des meilleurs poètes de langue française d’aujourd’hui. »
(Jaime Siles, ABC du 8 octobre 2011)
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EL TIEMPO PLIEGUE A PLIEGUE
Jacques Darras : Arqueología del agua. Antología 1988-2001. Edición bilingüe. Edición, versión y notas de Miguel Veyrat. Libros del Aire. Colección Jardín Cerrado. Madrid. 2011. 171 páginas.
Si los poetas pudieran clasificarse según los cinco elementos, Jacques Darras (1939) sería un poeta del agua. Me baso para ello en dos de sus títulos : La mer hors d’elle-même (1991), un ensayo, y Van Eyck et les rivières (1996) que, aunque contiene numerosos poemas, apareció con el subtítulo de “novela”, género al que desde luego no pertenece. Arqueología del agua tiene mucho que ver con él e incluso parece una continuación profundizada del mismo. Articulado en cinco partes, que el autor denomina “pliegues”, habrá quien piense en una posible relación con el conocido texto de Deleuze. Pero lo que Darras aquí propone es un desarrollo de su propia poética que puede resumirse en su idea de la “fluidificación fluvial” y de la fluidez poética: en concreto, en la de los ríos del Norte con su “uniformidad falsamente plácida”. Y esa fluidez la lleva él a la materia misma del lenguaje : a sus aliteraciones como “gargarismo gargantuesco” que Miguel Veyrat ha sabido verter pero que muy bien, al igual que toda la concatenada mecánica del ritmo, que es un elemento fundamental aquí porque no depende sólo de lo fónico ni de lo métrico sino de un dinamismo sintáctico tan complicado y ágil como su natural fluir. El prefacio que lo abre es un canto a “la energía motriz de la lengua española”, al azar objetivo de Breton y al sentimiento íntimo del tiempo : todo ello a la vez. De ahí que el agua sea mucho más que un símbolo : es una condición – la que nos hace percibir “los años que se precipitan con la Tierra como los astros en el Cielo”, haciendo que muramos sin edad porque ¿qué edad tienen los muertos? El preludio que lo sigue tiene una sintaxis eliotiana : del Eliot de Ash-Wednesday. En el primero de los pliegues hay – como en Pedro Salinas- un homenaje a “la música de las teclas” y en “Las sillas blancas de Vichy”, en cuyo fondo visual no deja de resonar Ionesco, se advierte una investigación del desarrollo del poema, que se acentúa en las composiciones que lo siguen, en las que hay una deriva hacia la metapoesía – “las frases pasan como nubes” y “escribo en el espacio como sobre una página”- así como hacia la metafísica : “¿me borro yo en lo borrado” / “se borra lo borrado en mí”. El segundo pliegue es un solo y mismo movimiento en el que se dan cita muchas cosas : desde la frase gnómica – “la ciencia es la literatura/ escrita de otro modo”- hasta la afirmación de un nuevo humanismo, la glosolalia, la toponimia y la imprenta de Plantino, porque en Darras hay siempre una gran riqueza de referentes que no anulan la emoción sino que la despiertan y acrecientan. El tercer pliegue incluye uno de los mejores poemas de su autor : “Nombrar Namur” en el que explica su concepto de “poesía declarativa” y explicita de modo convincente su poética – sobre todo, la diferencia entre voz y canto, y las acciones verbales que les corresponden. El cuarto contiene otro de sus grandes poemas – el dedicado a la Grand’Place de Bruselas, donde vivió Victor Hugo exiliado- y hace en él magistral uso del versículo. En el quinto predomina el punto de vista plástico objetivado en Rubens dialogando con Helena Fourment, mientras la pinta “contra el horizonte de la muerte” y cada palabra se convierte en “su silencioso contrario”, y en el magnífico “Autorretrato como bebedor de Cerveza bruselense”, en el que la creación lingüística alcanza cimas como ésta : “Me acompañan todos mis dobles convidados conviviados convivientes” Y el final, mucho más condensado, es un poema de estructura delgada que insiste en las posibilidades del silencio abierto. Darras se afirma aquí como uno de los mejores poetas franceses de hoy. Mérito de Veyrat es haber dado con su mejor correlato en nuestro idioma.
Jaime Siles